PARECIDOS E INFLUENCIAS

Todo artista vive la tensión de basarse en los que le han precedido -aquellos a los que admira- y al mismo tiempo descubrir algo nuevo. Si todas las personas tienen un rostro único, unas huellas dactilares, una voz propia, con más motivo los artistas necesitan un estilo particular y reconocible, cuanto más los músicos de jazz, donde el individualismo es consustancial al género.

Muchas veces la innovación la hace el artista contra sí mismo, incapaz de repetirse una y mil veces, haciendo lo que el público demanda y espera. A algunas celebridades del
pop-rock se les exige por contrato que interpreten los temas que les hicieron famosos, sus señas de identidad reconocibles por las que el público paga. En el jazz esto parece impensable, pues nunca debería de tocarse dos veces el mismo tema de la misma manera. El inmenso John Coltrane se distanció en sus últimos años de promotores y oyentes ascendiendo a su paraíso particular hecho de free-jazz, de difícil acceso para la mayoría. No podía evitar hacer siempre cosas diferentes, algo parecido a lo que le sucedía a Miles Davis, sólo que en dirección contraria, pues éste buscaba ampliar su público.

Que un músico de jazz se parezca a otro puede confundirse con que le copie, o que le imite, lo que resulta una condena.
Nat King Cole fue un gran pianista de jazz rebosante de swing, pero se hizo famoso por su faceta de cantante popular, que él consideraba menor, pero mucho más rentable. No digamos en España, donde alcanzó en los años 50 un renombre extraordinario haciendo versiones en castellano de temas muy alejados del jazz. Algunos años después surgió otro virtuoso del piano, Oscar Peterson, muy diferente como instrumentista. Cantaba muy bien además, pero tenía un problema: su voz era casi idéntica a la de Nat. Por ello no quiso grabar discos cantando. Sólo tras la muerte del maestro grabó un disco como cantante, acompañándose al piano, en 1965: Tribute to Nat King Cole, a modo de homenaje, renunciando a tener una voz diferenciada. Lo cierto es que con el teclado tenía más que suficiente.

Doris Cales tiene sólidas raíces en variados géneros de la música afroamericana: soul, pop, blues, jazz, rock… aunque todo lo lleva a su terreno, genuinamente jazzístico. Escuchamos en su voz los ecos lejanos de cantantes cuyos nombres figuran en todas las enciclopedias de jazz y música moderna. Ha bebido de muchas fuentes con total libertad, consiguiendo algo diferente, propio… Único.